Caricia

La noche llega cuando escribo
sobre el abrazo que arrasó con la caricia.
La noche llega cuando enciendo
las luces que se apagan mientras duermo
el tercio de los días que he pasado
soñando con los dos tercios restantes.
La noche me cubre de duda cuando descubro
que nada se de los sueños de los que fui sustantivo.

Después llega una mañana que suele dejarme en blanco,
una de esas fugitivas mañanas tan desoladas
en que planeando la tarde se olvida la madrugada.

La tarde pasa en un rato…
y vuelve a llegar la noche,
que ya no es la misma,
porque todas son distintas,
porque nosotros ya somos otros,
con algunas ideas repetidas:

Hace mucho que no duermo la noche,
que la mantengo despierta meditando,
¿cómo fueron los pasados de los que fui su futuro?
¿por qué tardé tanto en saber que a penas si los conozco?
¿quién era ese hombre en el setenta y siete?
¿y cómo su padre en el cincuenta y ocho?
dejo de pensar porque me asusto,
me enredo en otro grito silencioso…

Pero la noche sigue y yo no puedo esquivarla,
me pierde entre futuros mediatos,
me guía hacia nuevos cuestionarios,
me atormenta, me expulsa, me zozobra,
me vive despiadadamente,
¿ella es menos sin mi que yo sin ella?

Si cuando empiezo a quererla
ella me envuelve en sus brazos.

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